domingo, 25 de noviembre de 2018

Las sondas intracavitarias para tecarterapia


Los tratamientos íntimos parecen haber inundado nuestra sociedad en los últimos tiempos. Cuesta recordar la época en la que los lubricantes, los preservativos, y las compresas antiorina no se anunciaban en la televisión. Nos hemos acostumbrado a ver estos productos, que no hace tantos años hubieran sido tabú, en las televisiones nacionales y autonómicas. Por esto, no nos sorprende tanto el gran auge que ha tenido la terapia de suelo pélvico en las clínicas de fisioterapia. Primero fueron los hipopresivos, ayudando a recuperar la línea tras el parto. Después, los dispositivos de tecarterapia intracavitarios. Hoy voy a parar mi atención en este tema. Estoy muy contento que se haya encontrado un método de tratamiento para patologías como la incontinencia urinaria, el dolor pélvico crónico o la atrofia vaginal que hace unos años hubieran tenido sólo como alternativa el paso por el quirófano. Ahora, podemos asistir al nacimiento de técnicas mucho más dulces y progresivas que prometen ayudar más a los pacientes que padecen estas patologías.

Hoy me voy a centrar en las sondas intracavitarias para tecarterapia. Pero, qué es una sonda? Es un objeto que tiene una determinada forma para realizar una determinada función dentro de una cavidad humana. Por ejemplo, una sonda intracavitaria es un trozo de metal que se inserta en la cavidad vaginal de la paciente, o en la cavidad anal del varón para transferir la energía que proyecta el dispositivo con un fin terapéutico. Normalmente, en patología crónica, el profesional dimensiona la dosificación para que el paciente tenga una ligera sensación de calor. En cambio, cuando la patología es aguda, la dosificación es menor y el paciente no tiene sensación térmica.

Que existan ya estas sondas es un gran avance. La mucosa que recubre los canales vaginales y anales es un tejido muy sensible y no obedece a las mismas leyes físicas que la piel. Por esto, que la sonda esté bien diseñada es muy importante para lograr su objetivo terapéutico. Para comprender mejor la película, tenéis que visualizar que tenemos tres elementos en el dibujo: en primer lugar, la sonda intravitaria que se introduce en la vagina de la paciente, por ejemplo; en segundo lugar, el elemento referido, que acostumbra a ser una placa que se sitúa en la región lumbar del paciente; y en tercer lugar, el equipo generador de radiofrecuencia o tecarterapia, que será el responsable de emitir dicha energía a la sonda dentro de la cavidad, que ésta viaje a través del cuerpo del paciente y luego regrese nuevamente al dispositivo por la placa pasiva situada en las lumbares. ¿Os lo imagináis? Así se genera un campo electromagnético que aporta su beneficio al paciente en toda la extensión del área donde recibe tratamiento. El tejido por el que fluye el campo electromagnético se irriga de oxígeno, de nutrientes, de sangre, de neuropéptidos, de neurotransmisores, que transportan sustancias de reparación a los tejidos dañados y aceleran su reparación. Parece casi como magia.

Las sondas de tecarterapia suelen ser unipersonales y se acoplan a un cabezal para el que han sido diseñadas. Es importante que cada paciente tenga la suya propia para garantizar al máximo la higiene y evitar el riesgo de transmisión de cualquier tipo de enfermedad. Es importante tener en cuenta que una sonda es un elemento sólo emisor, por lo que se diferencia de los dispositivos intracavitarios en el hecho de que la información que emiten sólo va en una dirección: esto es, del equipo al paciente. Al ser sólo un elemento emisor, no pueden recoger información del paciente como la temperatura. Es decir, para explicarlo de forma más gráfica, se diría que sostienen un MONÓLOGO, siempre desde el equipo a la sonda, acabando en el paciente como último en la cadena. Esto hace que su aplicación sea mucho más limitada y restrictiva.

Al ser un accesorio “tonto”, que no tiene un elemento interno de control, esta sonda debe ser aplicada con la máxima precaución. No por algo nos podemos encontrar que los fabricantes de este tipo de artilugios propongan dentro de su protocolo terapéutico aplicar sólo un 20% de la potencia máxima del aparato como máximo. Esto parece curioso, porque ¿para qué tener un aparato cuando sólo puedo aplicar un 20%? Y, ¿qué hago con el 80% restante? Pero bueno, eso es otro cantar que lo abordaremos en otro post. La cuestión es que muy seguro no puede ser cuando sólo se nos informa que lo apliquemos a un quinto de la potencia disponible. El profesional seleccionará un valor de entre uno al 20% de la potencia de la máquina y seguirá atento a la evolución del incremento de temperatura en el paciente a lo largo de los 15 minutos siguientes. No puede hacer mucho más. No sabe ni la temperatura a la que está sometiendo los tejidos ni si está llegando eficazmente al punto de la cavidad a donde debiera. Por si acaso, es mejor no subir mucho, no vaya ser que quememos. La eficacia terapéutica pasa a un segundo plano, sencillamente porque no se puede tener en cuenta. No importa que se llegue a los 37ºC o a los 40ºC, ya que eso no lo vas a poder controlar. Todo depende del paciente y de cómo vaya reaccionando. Tampoco podremos subir mucho la potencia a pesar de que sea conveniente llegar en el interior de la cavidad a temperaturas superiores. El motivo es que el paciente no lo va a aguantar. Si nos interesa llegar a los 41ºC en el fondo de saco, es muy probable que el paciente no lo soporte en el introito. Esta zona es más sensible, por tener más terminaciones nerviosas. Por lo que habrá que adaptar el tratamiento a la sensación del paciente, dejando un poco de lado la eficacia.

Otra cosa curiosa es la forma de aplicación. La aplicación de las sondas intracavitarias es estática. Se alojan en la cavidad y se dejan ahí. ¿Os habéis preguntado alguna vez el por qué? Realmente es porque ejercer masaje simultáneamente quemaría ineludiblemente al paciente. Variaría la distribución de energía que se proyecta desde el electrodo a la mucosa y eso podría producir concentraciones indeseadas de energía. Por esto, debemos aclarar que el foco terapéutico de las sondas intracavitarias es eminentemente el paso de la energía electromagnética y del calor dentro del canal vaginal o anal. Nada más. No se produce más beneficio que el exclusivo generado por el equipo de diatermia. Esto es importante tenerlo en cuenta porque esto describe a este tipo de terapia intracavitaria uroginecológica, pero no se puede decir que es la exclusiva que existe en el mercado en la actualidad. Recordemos que la sonda intracavitaria es un electrodo “tonto”, con escasas medidas de seguridad que concentra su eficacia en el aumento de temperatura que genera localmente cuando se aloja de forma estática en una cavidad. Si bien el efecto es importante, muchas veces no es suficiente. Qué duda cabe que, como fisios, tenemos que interactuar con las estructuras, movilizar con tracciones, elongaciones y manipulaciones las diferentes fascias y estructuras para obtener los mejores resultados. Para ello, muchas veces se complementa el tratamiento con tactos vaginales y movilizaciones una vez concluida la aplicación.

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