Últimamente se ha puesto de moda
el tratamiento de tecarterapia a nivel intracavitario para la mejora del suelo
pélvico. El suelo pélvico es una especialidad, cada vez (gracias a Dios), más
visible por los pacientes, que trata todo el paquete muscular de la región
pélvica. Esto es muy importante porque es el linde inferior del cuerpo y el
soporte de toda la cavidad abdominal, comenzando por el diafragma y acabando en
el periné. La mayor longevidad a la que asistimos en nuestras sociedades, junto
a la mejor calidad de vida hace que ahora busquemos soluciones a problemas que
hubieran sido considerados de la vejez antaño.
Trastornos como las pérdidas de
orina ante un estornudo o un esfuerzo, los dolores pélvicos derivados del
atrapamiento de un nervio (la denominada neuralgia del pudendo, o síndrome del
ciclista), problemas como fisuras o hemorroides, o traumas obstétricos, junto
con los síntomas de la perimenopausia (atrofia vaginal, sequedad, dolores en
las relaciones, etc.), son problemas que ahora se pueden tratar y superar. Aquí
viene la historia: ¿cómo discernir entre las diferentes opciones terapéuticas?
Vamos a intentar dar un poco de luz en este tema.
En primer lugar, me gustaría
contextualizar que un dispositivo de tecarterapia es un generador de
radiofrecuencia que, hasta ahora, tenía competencias exclusivas en el ámbito
músculo esquelético. En los últimos años, han proliferado equipos que incluyen
en su oferta accesorios que extienden la terapia de diatermia a la cavidad
vaginal o a la cavidad anal. Este tipo de acopladores se suelen llamar “sondas”
y transfieren la corriente de radiofrecuencia dentro de la cavidad. Lo que
persiguen es incrementar la temperatura localmente para aportar los beneficios
de este aumento del trofismo a los tejidos anexos. Sin embargo, se generan
varias cuestiones: son todos esos accesorios legales? ¿Cumplen todos las
normativas de calidad (y seguridad) que deberían tener para transmitir energía
a una zona tan sensible y delicada como la mucosa vaginal o anal? Vamos a
intentar desgranar la madeja.
Lo que se llaman sondas, como
podréis ver, son simples trozos de metal conectados a un mango. Este
alojamiento puede ser tanto fijo como móvil. Por fijo, quiero decir que el
cabezal es un conjunto en el que hay una zona por la que el fisioterapeuta
agarra el mango, y otra zona que es el segmento introducido dentro de la
cavidad del paciente. En estos casos, el accesorio acostumbra a utilizar un cubresondas
higiénico que permita reutilizar la sonda con otros pacientes. Dado que el
metal se cubre con el látex o material aislante del cubresondas, estos
accesorios se convierten siempre en capacitivos. En el caso de las sondas que
tienen un cabezal portaelectrodos, los elementos que se introducen en el cuerpo
del paciente son móviles: es decir, cada paciente tiene su sonda. Esa barra de
metal que se introduce en vagina o ano, se introduce en un portaelectrodos
común, que es el manejado por el fisio. En este caso, cada sonda (o barra de
metal) es unipersonal, por lo que no debe ser aislada por un cubresondas. Al
estar el tejido en contacto directo con el cuerpo del paciente, sin presencia
de ningún aislante, el efecto conseguido es resistivo. Por lo que es más
intenso, y también más peligroso que el capacitivo, ya que cualquier exceso de
energía entregada podría derivarse en una posible quemadura.
La cuestión con este tipo de
sondas es que son un apaño que los fabricantes de este tipo de equipos han hecho
para dar cobertura al tratamiento endopélvico. Lo podréis comprobar por
cuestiones muy lógicas y sencillas. En primer lugar, estas sondas son muy
básicas, y sorprende que no se haya tenido en cuenta en su diseño elementos de
seguridad que, seguramente, vosotros solicitaríais como pacientes para
garantizar que se está haciendo un buen trabajo. Contad que la sensibilidad
dentro del cuerpo es reducida, por lo que me podría estar quemando en el fondo
de saco sin darme cuenta. O podría pensar que estoy haciendo un tratamiento y
no estar haciendo nada a nivel terapéutico porque no tengo control de los
parámetros. Al no disponer estas sondas de sensor de temperatura, trabajarás
como profesional “a ojo de buen cubero”.
Es decir, deberás fiarte de lo que te
dice el fabricante, que es pautar un porcentaje de potencia según el total
aportado por el aparato. “Tienes que poner un 20% en el equipo que entrega
200W, o un 15% de la potencia entregada en el equipo que entrega 250W”. Esto
hace difícil el tratamiento, porque la prescripción está basada en un dato
abstracto, que no se adapta a la realidad cambiante del paciente. ¿Cómo puedo
yo garantizar a mi paciente el equilibrio entre eficacia y seguridad en una
canal natural? Pues nada: me toca decirle, “Sra. María, cuando sienta que se
chamusca o que percibe algo extraño, pues me lo dice! Y yo se lo bajo! Porque
lo tiene usted al 20% de la potencia total, que no tengo ni p---- idea a qué
corresponde en su caso”. Ni más ni menos. No puedo saber si hoy, tras hacerle
un tratamiento con anterioridad, el tejido está más receptivo y necesita menos
potencia de la que necesitó en la primera sesión por haberlo recuperado ya. O
si una persona es más mayor y pudiera tener menos tolerancia a la corriente,
vamos que nos vamos y trabajaremos bajo para que no se me chamusque. Ésa es la
realidad. Poco científica, poco controlada y al lío!
La seguridad de las sondas de los aparatos de tecarterapia para suelo pélvico
Se supone (“se supone”)
que estas sondas deben tener algún sistema de seguridad por el que se bloqueen
en caso de entrega excesiva de energía. Es lo que deberían tener, si es que
pasan las normas de seguridad con las que se construyen esos equipos. En el
caso de que detecten una excesiva entrega energética, se deberían bloquear y
evitar un riesgo. Pero, realmente lo hacen? Podría ser que se quemara con potencias
inferiores si el tejido está más receptivo? La única opción que le queda al
fisio que opera en suelo pélvico bajo esta técnica es no arriesgarse, por lo
que su única opción es trabajar con rangos pequeños de entrega energética. En
este caso, la pregunta a hacerse es: es suficiente energía? Conseguiremos un
resultado? O, por el miedo a quemar, al final acabaremos diciendo: “No! Si la
tecarterapia intracavitaria no sirve para nada! Me han hecho 20 sesiones y
estoy igual!”. Lógico. O te quedas igual o te arriesgues a que tu fisio te
queme. ¿Qué escoges? Pues el efecto placebo sale más barato, J
no crees?
En conclusión, las sondas son
accesorios muy básicos, que calientan el tejido, que se alojan en la cavidad (y
no se mueven! Atención! No se mueven, porque puede haber riesgo de quemadura al
cambiar el tamaño de la superficie en contacto con la piel). Pensad que la
vagina puede no recubrir de forma homogénea el accesorio. Muchos conductos
vaginales quedan afectados por una dilatación excesiva tras el parto, lo cual
hace que un accesorio no se aloje de forma uniforme dentro de ella. Pensad que
si el accesorio se moviera, los puntos de contacto con las paredes de la mucosa
vaginal también cambiarían, y eso podría producir una concentración de la
corriente que podría llevar a una quemadura, especialmente con las sondas
metálicas desnudas, es decir, con los resistivos. Por este motivo, este tipo de
sondas se alojan de forma estática en la cavidad.
El último punto importante a
destacar es que estas sondas, como habéis visto, son unidireccionales. Por
unidireccionales, quiero decir que envían información en una sola dirección.
Esto es, del equipo al paciente. El fisio programa la potencia, y la sonda
emite a la potencia programada. Punto. No hay más. Sólo es en una dirección. Va
bien, pero debes tener claro que no se le puede pedir peras al olmo. La
corriente va desde el equipo al aparato y basta. Como mucho, te puede dar la
cantidad de energía entregada (que sería bueno y deseable). Pero, por favor, no
tengáis grandes expectativas porque de pozo seco no sale agua.
Solicita el Certificado CE
En este tipo de casos, os
aconsejo encarecidamente que pidáis un Certificado CE que detalle que disponen
de indicación acreditada para este tipo de accesorios. Es común encontrarse con
que te venden que sí tienen un certificado CE, pero que casualmente se les
“olvida” indicarte que es para otra cosa (no para su indicación
intracavitaria). Lo cual es como tener un tío en Graná (ni tienes tío, ni
tienes ná). Es decir, que no vale. Que tener un Certificado CE para otra cosa
(normalmente músculo esquelético) no equivale a que se tenga para urogine o
para intracavitario. Que os quede claro este matiz. Es fundamental.
El segundo tipo de accesorio
intracavitario disponible en el mercado es un dispositivo, no una sonda. Un
dispositivo es un artilugio más complejo que tiene un mecanismo interno y, lo
más importante, tiene comunicación bidireccional con el paciente. Con esta
comunicación máquina-paciente y paciente-máquina, como profesional puedo
modificar el trascurso del tratamiento y puedo adaptar las variables a las que
me enfrento sobre la marcha. El paciente está en modificación continua con un
tratamiento intracavitario, y tener un sistema que permita readaptarnos y
personalizar las características de la corriente es la mejor garantía para un
tratamiento seguro y eficaz. Este tipo de dispositivos tienen un sensor de
temperatura, por lo que el equipo electrónico recoge esa información y puede
utilizarla en beneficio del paciente.
Aquí habría dos posibilidades: el
primero, sería utilizar la temperatura con una finalidad terapéutica. Sabemos
que la generación de colágeno en suelo pélvico se realiza cuando el tejido
consigue una temperatura concreta. Normalmente, se debe superar los 40ºC para
estimular el colágeno tipo 1 y tipo 3 necesario para generar el colágeno que
actuará de sostén en el suelo pélvico. Si no se alcanza esta temperatura, lo
más probable es que no se produzca. De ahí, la importancia de tener una
herramienta que permita obtener una temperatura diana terapéutica concreta. Y
eso sólo se puede conseguir si se dispone de un sensor de temperatura. La
segunda posibilidad, es utilizar el sensor con una finalidad de seguridad.
Podemos establecer un umbral terapéutico de seguridad y obligar al equipo que lo
exceda. Por ejemplo, si consideramos que nuestro umbral es de 42ºC, podremos
programar al equipo para que genere una entrega de energía determinada como
para que se traduzca en 42ºC como máximo en el paciente, y hacer que se
autorregule una vez llegados a ese tope. De esta manera, como fisios podemos
supervisar que la temperatura a la que se llega sea correcta y no resulte
peligrosa en ningún momento. Esta opción sería imposible conseguirla si no
tuviéramos un dispositivo con sensor de temperatura y que, además, tuviera una
comunicación bidireccional con el paciente.
Otra de las cosas que diferencia
a una sonda de un dispositivo es su complejidad tecnológica. Mientras que una
sonda acostumbra a ser sólo una barra de metal, un tocho de acero recto para introducirse
en una cavidad, un dispositivo ha sido especialmente pensado e ideado por un
profesional especializado que busca un objetivo terapéutico. Esto lo convierte
esencialmente en una herramienta con una finalidad.
Cuando una profesional realiza
una sesión de suelo pélvico, lo primero que hace es una valoración de su tono y
de su estado muscular mediante lo que se denomina un “tacto vaginal”. El
profesional, debidamente dotado de un guante, introduce sus dedos en la cavidad
y evalúa diferentes parámetros para los que ha sido previamente entrenado.
Gracias a la forma del dedo, puede realizar presión, elongar, distender o
masajear ciertas zonas que considere oportunas para solucionar el motivo de la
consulta. Pues bien: adaptar esta información a un dispositivo que sea la
continuación de la mano, es lo que ha hecho un fabricante del mercado. De
momento, sólo tengo constancia de uno que haga este tipo de cacharros. Al tener
la forma del dedo, con la angulación justa como para presionar, el fisio puede
tanto realizar un tratamiento puramente térmico (por la emisión de la
temperatura) como mecánico sobre las fascias (por la movilización que puede
hacer el profesional sobre los puntos trigger o las áreas dolorosas). El
dispositivo se sujeta por su empuñadura y actúa como una prolongación del tacto
del fisio cuando se introduce en la cavidad, sintiendo la presión realizada, la
respuesta del paciente o la acoplación de la energía en uno u otro punto. El
profesional puede hacer un masaje potente tanto con movimientos de entrada y
salida del accesorio, como con movimientos lateralizados, trabajando a su vez
con ese electrodo también los genitales externos.
Las ventajas de estos equipos
Por otro lado, este accesorio
tiene también más ventajas. También han solucionado el tema de la sensibilidad y
la temperatura diana. Muchas veces, nos encontramos ante la necesidad de
generar un aumento térmico concreto para obtener un resultado terapéutico, pero
desafortunadamente la paciente no lo puede aguantar. Las terminaciones
nerviosas de la vagina son muy sensibles, y cualquier aumento térmico puede
resultar excesivo en la entrada de la vagina. Esto hace que nos quedemos cortos
en la entrada y no lleguemos al destino en la profundidad de la cavidad. Para
evitar esto, esta empresa ha tenido una idea ingeniosa: ha desarrollado un
dispositivo con dos entregas de temperatura. De esta manera, consigue
solucionar este problema: aporta una temperatura tolerable en la zona del
introito y una temperatura alta a nivel
de los fondos de saco. De esta forma, se consigue una mayor eficacia
terapéutica.
Finalmente, otra gran ventaja de
este sistema es el uso de un cubresondas. Dado que es un instrumento complejo
con un mecanismo de diálogo con el paciente, no se puede cambiar por paciente.
Entonces, permite utilizarse con un cubresondas que brinda higiene para el
tratamiento personalizado. Ésta es una buena opción porque proporciona un
tratamiento de alta calidad con el coste de un consumible barato. Piensa que el
accesorio puede ser más caro al inicio que una barra de metal, pero también es
más barato a la larga si piensas que un cubresondas no vale nada.
Por lo que veo, inviertes más al
principio, pero a la larga sale más barato, ya que una vez que lo has
amortizado, no tienes que seguir pagando sondas individuales. Y puedes dar un
tratamiento más controlado y eficaz a los pacientes que deban tratarse en una
zona tan íntima.
Así que, en conclusión, tenemos
dos opciones para el abordaje de la patología del suelo pélvico intracavitaria:
en primer lugar, con unas sondas intracavitarias, sencillas y un poco más
peligrosas y limitadas, o un dispositivo intracavitario, más desarrollado,
completo y más caro, pero que te ofrece la máxima seguridad disponible en el
mercado por tener un controlador de temperatura. A la respuesta de la pregunta
que encabeza este post: Tratamiento intracavitario, ¿son todos iguales? Ahora
sabéis que NO. Que no todos son iguales.
¡Hasta aquí el post de hoy!
Espero que os haya gustado! Así que a decidir: qué opción os convence más?
Responded a la encuesta abajo y así veremos hacia dónde va la fisioterapia.
Gracias por vuestros comentarios.
Encuesta:
1.
Prefiero trabajar con una sonda intracavitaria.
2.
Prefiero trabajar con un dispositivo
intracavitario.
Votad!!! Y si no sabéis qué es
una u otra, leed el post.
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